NO, NO PARE DE SUFRIR

Estoy leyendo por tercera vez “El amor en los tiempos del Cólera”. Es la historia del amor persistente, ineluctable y férreo entre Fermina Daza y Florentino Ariza. De un tiempo para acá adopté la costumbre de leerlo cada vez que en mi vida existe una ruptura amorosa. Me trae cierta sanidad comparar la historia de amor de estos personajes con la mía que llegó a su final. Es la sanidad producto de compararme con el “arquetipo”, con el “deber ser”, con el “ideal” y que trae como resultado reconciliarme con mi realidad. La placentera melancolía de saberme falible. Pero sobre todo, esa historia me presenta un referente para una relación a futuro. Un objetivo que sin alcanzarse aún direcciona mis esfuerzos. Buscando esta misma sanidad “comparativa” llegamos así a hablar del sufrimiento a partir del arquetipo del profeta Ezequiel.

Y es que existe una orden impartida por Dios a su profeta Ezequiel que por su extrañeza me llama mucho la atención: no llorar la muerte de su esposa. Él mismo nos lo cuenta así:

“Luego recibí este mensaje del Señor: «Hijo de hombre, de un solo golpe te quitaré tu tesoro más querido; sin embargo, no debes expresar ningún dolor ante su muerte. No llores; que no haya lágrimas. Gime en silencio, pero sin que haya lamentos junto a su tumba. No cumplas con los ritos acostumbrados en el tiempo de duelo ni aceptes la comida de los amigos que se acerquen a consolarte».

Así que, por la mañana, anuncié ese mensaje al pueblo y por la tarde mi esposa murió. A la mañana siguiente hice todo lo que se me indicó.” (Ezequiel 25:15-18 NTV)

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"El propósito de que Ezequiel no pudiera llorar a su esposa fue enseñar a otros a no sufrir por pérdidas que realmente no lo son. El hecho de buscar consuelo podría indicar la existencia de una pérdida que no era tal. El pueblo estaba ganando cuando creían que estaba perdiendo."

La obediencia de Ezequiel resulta asombrosa. Una vez perdió a su esposa –quien era “su tesoro más querido”- se despertó al otro día a cumplir con aquello que Dios le había encomendado. Salvo algunas excepciones, la mayoría de teólogos han descartado que Ezequiel fuera un androide. Luego seguramente se despertó esa mañana con el corazón destrozado por el dolor de su pérdida ¿Qué lo hizo pararse aquella mañana? Precisamente eso: entender que no hubo pérdida.

El autor cristiano Watchman Nee señala que “el ganar la vida espiritual es condicional a sufrir pérdidas. No podemos medir nuestras vidas en términos de “ganancia”; tienen que ser medidas en términos de “pérdidas”. Nuestra capacidad real no consiste en cuánto retenemos, sino en cuánto hemos vertido fuera. Los que pueden permitirse perder más son aquellos que tiene más para dar”. Y agrega: “tu alma prospera…esta prosperidad no se origina con lo que el yo ha ganado, sino con  lo que el yo se ha negado. La vida del alma es egoísta, y por tanto nos ata. Cuanto más perdemos, más ganamos. Nuestras posesiones no se miden por cuánto recibimos, sino por cuánto damos ¡Que fructífera es esta vida!”

El propósito de que Ezequiel no pudiera llorar a su esposa fue enseñar a otros a no sufrir por pérdidas que realmente no lo son. No poder consolarse fue una exigencia que Dios le hizo tanto a Ezequiel como al pueblo de Israel (Ezequiel 24:22 NTV) cuando éstos últimos lloraban por aquello que no les beneficiaba. El hecho de buscar consuelo podría indicar la existencia de una pérdida que no era tal. El pueblo estaba ganando cuando creían que estaba perdiendo.

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"¿Qué es aquello cuya pérdida queremos evitar y que nos impide ubicarnos en el espectro de la probabilidad de victoria? La respuesta a este interrogante constituye un ídolo en nuestras vidas."

Con Dios todo es ganancia. Y por eso las derrotas necesarias para conseguir esas victorias no pueden ser objeto de luto. ¿Qué es aquello cuya pérdida queremos evitar y que nos impide ubicarnos en el espectro de la probabilidad de victoria? La respuesta a este interrogante constituye un ídolo en nuestras vidas. Ezequiel es un gran ejemplo de poner la pérdida en el lugar correcto. Perdió, sí, pero sabiendo que había algo más, se enfocó en conseguirlo.

Esta perspectiva de ganancia a partir del sufrimiento exige ver la realidad desde los dos mundos que la integran: el material y el espiritual. Creer que la búsqueda espiritual intenta obtener la “bendición de Dios” y no conocer la “verdad de Dios”, es el tipo de escenario que impide ver a Dios en medio del dolor (Ir a Estación N° 6: “Matando a Bertha”). Ezequiel tenía la mirada puesta en algo más. Ese algo más nunca lo habría podido encontrar en el mundo material. La posibilidad de ganancia en lo espiritual, supone una circunstancia de pérdida en lo material, de ahí que “no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre” (2 Corintios 4:18 NTV).

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"Y qué otra causa puede ser mayor al humano que la causa del propósito de Dios. Por las heridas de Jesús fuimos nosotros sanados, y por las nuestras otros también lo serán "

La muerte de la esposa de Ezequiel era importante. Por supuesto que sí, pero nunca fue lo más importante. Había algo que lo superaba: el propósito de la vida del profeta. La importancia de tener un significado para el sufrimiento fue señalada por Viktor Frankl en su obra “El hombre en busca de sentido” al decir: “¡Diría que nuestros pacientes nunca se desesperan realmente por el sufrimiento en sí mismo! En cambio, su desesperación surge en cada instancia de una duda en cuanto a si el sufrimiento es significativo. El hombre está listo y dispuesto a soportar cualquier sufrimiento tan pronto como pueda ver un significado en él.”

Sentenció este pensador austriaco que “El éxito, como la felicidad, es el efecto secundario inesperado de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo”. (Ir a Estación N° 8: «Es mejor atajar locos que arriar bobos») Y qué otra causa puede ser mayor al humano que la causa del propósito de Dios. Por las heridas de Jesús fuimos nosotros sanados (Isaias 53:5 NVI), y por las nuestras otros también lo serán. Rick Warren nos lo dice así: “Dios quiere que tengas un ministerio parecido al de Cristo en la tierra. Eso quiere decir que otras personas van a encontrar sanidad en tus heridas”. Digámoslo claramente: El sufrimiento no nos pertenece.

Estas ideas sobre el propósito del sufrimiento al menos dan una perspectiva, un enfoque a quienes, sabiéndose caídos, se levantan y siguen adelante, “sufriendo con alegría la pérdida sabiendo que en el futuro nos espera cosas mejores” (Hebreos 10:34 NTV).  Eso sí, en lo que a mi vida amorosa se refiere, espero que en los meses venideros no tenga que iniciar otra estación de La Senda Criolla con la frase “estoy leyendo por cuarta vez El Amor en los Tiempos del Cólera”. Ya no más. Cojamos seriedad también. Oren por mí.

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