HOY NO FÍO, MAÑANA SÍ

En algunas tiendas de barrio está un letrero que puede generar mucha incertidumbre al cliente quien lo lee: “Hoy no fío, mañana sí”. Esta frase crea un escenario confuso. ¿Si hoy no me fían, puedo volver mañana para que lo hagan, o el mañana será el “hoy” del futuro y tampoco lo harán? Es una escena con un espacio temporal indeterminado. Alterna el presente y el futuro, pero también los mezcla. Es una espiral que, en una crisis económica, nos puede privar de los huevos para el desayuno. Sin embargo, el no entender que el presente y el futuro pueden estar fundidos en un solo momento, también nos puede privar de una de las mejores cosas que Dios tiene para nosotros: sus promesas.

“Las promesas de Dios” simple y llanamente son aquellas cosas que Dios dice en la Biblia que va a hacer. Sencillo. Por mucho tiempo me costó entender este concepto. Mi mayor duda era por qué asumir que Dios iba a hacer por mí, cosas que sólo había dicho que iba a hacer para ciertos personajes bíblicos a quien se las dijo. Al obligarme a pensar que también podía esperar ver realizadas esas promesas en mi vida, me sentía usurpando un lugar que no me correspondía.

Planteé esta duda en una clase de formación de mi iglesia en donde se trató el tema de las promesas. Me sentía preguntando algo que, como mis compañeros no cuestionaron, la respuesta era obvia para ellos, y por eso alcé mi mano con cierto temor en medio de un auditorio lleno. Al escuchar mi pregunta la profesora, quien también es predicadora en la iglesia, me miró con algo que sentí como una mezcla entre ternura y compasión, inclinó su cabeza hacia un costado y me dijo: “Vea papito, si usted no cree que todo lo que dice en la Biblia es para usted, está jodido”. Y siguió con la clase.

Me gustó la respuesta. Tal vez fue la sorpresa de escuchar en una misma frase un argumento teológico junto con las palabras “papito” y “jodido”. O tal vez que la respuesta fue de tal amplitud que con ella la profesora realmente me invitó, como los buenos maestros, a seguir indagando y sacar mis propias conclusiones. O tal vez que me hizo sentir especial ante los ojos de Dios. No sé. Pero desde ese día asumo que, salvo algunas excepciones, Dios me invita a creerle en todo.

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"Hay dos mundos que integran lo que llamamos la “realidad”: el material –visible- y el espiritual –invisible-. ¿Por qué no vivo únicamente por lo que veo? Porque algo puede ser real en el mundo espiritual, así no sea palpable con los instrumentos para percibir el mundo material, es decir, los sentidos. "

Ya sabiendo que existen las promesas, queda el interrogante de en qué tiempo están conjugadas ¿Las promesas son algo para el futuro? Si en el camino espiritual todo se basa en creer ¿Debo creer que Dios “va a hacer” o que Dios “ya hizo”?  ¿Cuándo realmente puedo creer que Dios va a hacer lo que dijo que va a hacer? ¿Cuando ya lo haya hecho? Y mientras no lo haya hecho, ¿será que la promesa si es para mí? Estamos frente a la paradoja del “hoy no fío, mañana sí”. Y para resolverla primero debemos definir lo que entendemos por “realidad”.

¿Para usted qué es la realidad? Sin un correcto entendimiento de lo que integra la realidad, al escuchar que alguien “no vive por lo que ve” (2 Corintios 5:7 NTV), nos indicaría que estamos, no frente a un creyente en Dios, sino frente a una persona con algún trastorno mental. Sin embargo, debemos entender que la realidad no se agota en el mundo material. Hay dos mundos que integran lo que llamamos la “realidad”: el material –visible- y el espiritual –invisible-. ¿Por qué no vivo únicamente por lo que veo? Porque algo puede ser real en el mundo espiritual, así no sea palpable con los instrumentos para percibir el mundo material, es decir, los sentidos. ¿Y esto qué tiene que ver con las promesas? Todo.

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"¿Cómo entender que alguien que atraviesa una necesidad, rechace una satisfacción? Jesús fue un hambriento que rechazó el pan que le fue ofrecido (Mateo 4:4 NVI) ¿Cómo lo hizo? Al creer, no que la necesidad “será” satisfecha en el futuro, sino creyendo que “ya lo está” en el presente."

¿Cómo entender que alguien que atraviesa una necesidad, rechace una satisfacción? Jesús fue un hambriento que rechazó el pan que le fue ofrecido (Mateo 4:4 NVI) (Ir a la Estación #12: “Lo que calló Jesús”) ¿Cómo lo hizo? Al creer, no que la necesidad “será” satisfecha en el futuro, sino creyendo que “ya lo está” en el presente. ¿Jesús siguió con hambre después de rechazar el pan de Satanás? Seguramente sí. Pareciera entonces que no se trata tanto de tener una necesidad, sino en no aceptar para ella cualquier tipo de satisfacción.

Esa fue la fuerza del mensaje de Jesús siendo tentado por Satanás: fijar su mirada en el mundo espiritual donde la promesa de Dios YA era una realidad, así en el mundo material no pudiese percibir aún nada. El mundo espiritual se impuso sobre el mundo material. Hay una necesidad frente a mis ojos, pero está satisfecha, no con lo que ellos perciben, sino con lo que cree mi fe. Jesús se supo satisfecho en el presente, al creer que “la gente no vive sólo de pan, sino que vivimos de cada palabra que sale de la boca del Señor” (Deuteronomio 8:3 NTV).  

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"¿A qué llama usted su “realidad”?: ¿A su séptima caída o a que de todas ellas lo ha levantado Dios (Proverbios 24:16 RVC)?; ¿Ve la penumbra en que está sumida su existencia como aquella propia de la media noche, o como la oscuridad de las 5 de la mañana, justo antes de que amanezca y de la cual sólo queda esperar que empiece a aclarar (Proverbios 4:18)?."

Esto explica por qué al creer promesas puedo en mi soledad, rechazar cierta compañía, y en mi escasez, puedo rechazar cierto empleo. Y explica también por qué Pablo se sabía conocido, aun siendo ignorado; sincero, aun llamado mentiroso; con vida, aún golpeado; alegre, aún con el corazón afligido; rico espiritual, aún en la pobreza; y sabiéndose satisfecho, explica también que haya llegado a esta conclusión en una frase que me encanta: “No poseemos nada, y sin embargo, lo tenemos todo” (2 Corintios 6:8 NTV).

Como todas las cosas con Dios, en últimas se trata de elegir. Creería que todo puede cambiar dependiendo de si decidimos poner nuestra atención en el mundo material, o en el mundo espiritual. En otras palabras ¿A qué llama usted su “realidad”?: ¿A su séptima caída o a que de todas ellas lo ha levantado Dios (Proverbios 24:16 RVC)?; ¿A la sequía de su vida o a que en medio de ella nunca ha dejado de dar fruto (Jeremías 17:8 NTV)?; ¿Al desierto de sus finanzas, o al río que Dios hace brotar en medio de esa tierra erosionada (Isaías 43:19 RVC)?; ¿Ve la penumbra en que está sumida su existencia como aquella propia de la media noche, o como la oscuridad de las 5 de la mañana, justo antes de que amanezca y de la cual sólo queda esperar que empiece a aclarar (Proverbios 4:18)?; y ¿Ve lo cansado que está de hacer las cosas bien sin ningún efecto, o ve la cosecha que está asegurada si no se desanima en persistir (Gálatas 6:9 RVC)? Podemos elegir cualquier opción y ambas serán igualmente reales.

Las promesas no se conjugan en tiempo futuro, sino en tiempo presente. Debo creer que algo “ya es” en el mundo espiritual, y así lo veré en el mundo material. Las promesas no consisten en esperar a que Dios haga para creer; consisten en que Dios nos está esperando a nosotros a que creamos, para hacer. Definitivamente los caminos de la fe son emocionantes.

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