COMO PUEDE QUE SÍ, PUEDE QUE NO

Me he vuelto muy desconfiado para citar frases. Cuando pretendo hacerlo en algún escrito, experimento la sensación de no tener la seguridad si el autor de la frase es realmente quien estoy asegurando que es.

Siempre recuerdo esos memes donde, sobre un fondo negro, ponen una foto de Morgan Freeman o de Will Smith con una expresión meditabunda, y al lado de la imagen, entre comillas, una frase absurda que claramente el actor nunca pronunció.

Me causa mucha gracia cuando citan un aforismo de Morgan Freeman donde supuestamente da el secreto para un excelente sancocho, o donde Will Smith da un proverbio sobre una mamá dando un chancletazo a su hijo.   

Pero dejo a un lado esa desconfianza para hablar de una frase que hace algunas semanas escuché, y que me hizo pensar en la manera en que podemos terminar, o bien exigiéndole resultados positivos a Dios, o bien en una absoluta pasividad ante la incertidumbre del resultado positivo o negativo.

La frase es atribuida a Robert Schuller -vaya Dios a saber si verdaderamente la dijo- y dice lo siguiente:

“Cualquiera puede contar las semillas de una manzana, pero solo Dios puede contar el número de manzanas en una semilla”.

La frase me pareció muy interesante. No pretendo insultar su inteligencia apreciado lector al exponer una interpretación que puede resultar obvia. Lo que sí quiero es presentar las razones que me llevaron a captar la frase de una manera absolutamente negativa.

Y es que el primer pensamiento que vino a mi cabeza cuando la escuché fue el siguiente: “Para qué ilusionarse con las manzanas que pueda traer una semilla, si al fin y al cabo nunca se sabe si van a llegar”.

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"Perdí la fe cuando perdí el control. Fui consciente que ir en contra de un Dios todopoderoso era un ejercicio inútil. Entonces opté, como Gandhi contra los ingleses, por una “resistencia pasiva”. No deseaba la voluntad de Dios para mi vida, tan solo me resignaba a ella."

Sorprendido por este pesimismo desbordado, hice un ejercicio de introspección para identificar su origen, en primer lugar, desde lo mental, y en segundo lugar, desde lo espiritual.

Iniciemos en primer lugar con lo espiritual. Llevo 6 años como cristiano. Y al entregar mi vida a Dios me pasó algo paradójico: “perdí la fe”. Como es bien sabido los cristianos no nos diferenciamos con quienes profesan otras creencias en que tengamos fe, sino en el “objeto de nuestra fe”. En últimas, la fe es inherente al ser humano sea o no creyente.

Antes de conocer a Dios tenía la fuerte creencia y la firme convicción que todas las cosas me iban a salir bien. Tenía Fe. El objeto de mi Fe quizá era yo mismo, mi suerte, la alineación de los planetas, la Pachamama, la mata de sábila detrás de la puerta, en fin, realmente en ese momento no me importaba, puesto que lo único relevante era creer que todo me salía bien sin importar por qué.

Al iniciar como cristiano me veo construyendo una relación con un Dios que podía hacer que todo me saliera bien –hasta ahí ningún cambio-, pero quien soberanamente elegía el día y la hora en que llegaba lo bueno –o si llegaba-, y áun más, quien transformaba la definición misma de lo bueno. Y esto lo cambió todo.

Perdí la fe cuando perdí el control. Fui consciente que ir en contra de un Dios todopoderoso era un ejercicio inútil. Entonces opté, como Gandhi contra los ingleses, por una “resistencia pasiva”. No deseaba la voluntad de Dios para mi vida, tan solo me resignaba a ella.

¿Cuál era el objeto de mi Fe? ¿Cómo era ese Dios en quién creía? Un Dios que negaba bendiciones por el simple placer de hacerlo; un Dios que pudiendo hacer lo bueno elegía hacer lo malo; un Dios injusto que veía por igual el esfuerzo y la abulia; un Dios que complicaba la vida; un Dios que prohibía al humano cosas que le favorecían.

Estas respuestas parecen salidas más de la mente de un satanista que la de alguien que se hace llamar cristiano. Pero no ha de sorprendernos. La libertad de la mentira no es el fin del camino sino el camino mismo.

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"Tanto los optimistas como los pesimistas somos igual de ingenuos dado que compartimos el mismo error, esto es, creer que tenemos el control sobre algo que realmente no lo tenemos: el futuro. El error del optimista es creer que puede asegurar que va a suceder algo favorable, y el error del pesimista es creer que puede asegurar que va a suceder algo desfavorable. "

Pero ahora, en segundo lugar, miremos el origen del pesimismo desde un punto de vista mental.

Siempre he sido un poco pesimista. He tenido episodios de depresión exógena básicamente porque pienso de manera oscura frente al futuro. Tengo un temperamento marcadamente melancólico lo cual me da la facultad (buena o mala, no lo sé) de identificar los factores que pueden llevar a que algo salga mal.

Hasta hace algún tiempo las personas optimistas me resultaban un poco tontas, ingenuas o cándidas.

Pero Dios ha hecho un cambio en mi manera de pensar. Hoy sé que tanto los optimistas como los pesimistas somos igual de ingenuos dado que compartimos el mismo error, esto es, creer que tenemos el control sobre algo que realmente no lo tenemos: el futuro.

El error del optimista es creer que puede asegurar que va a suceder algo favorable, y el error del pesimista es creer que puede asegurar que va a suceder algo desfavorable.

Pero cambiemos esa falsa “seguridad” por un verdadero “potencial”. Volvamos a las manzanas. “El potencial” de las manzanas es lo que permite ver con ilusión la semilla.

La fuente de motivación y alegría para cualquier situación está el “potencial de victoria”; así como la fuente para el desánimo y la pasividad está en el “potencial de pérdida”.

Si pienso en la “seguridad de la pérdida” puedo asumir una actitud pasiva y entrar en lo que en su momento llamamos la “espiritualización de la cobardía” (Ir a la Estación N° 8: “Es mejor atajar locos que arriar bobos”), conforme a la cual condicionamos nuestros pasos de Fe a que Dios nos asegure que queda eliminada toda posibilidad de riesgo.

En cambio, si pienso en la “seguridad de la victoria”, nos podemos convertir en unas personas demandantes con la continua sensación de que Dios nos debe algo.

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"¿Qué quita la fe y la esperanza? No tanto el tener expectativas, sino el confundir las expectativas con seguridades. Cuando me alegro por el potencial de que algo bueno pueda ocurrir, no estaré exigiéndole a Dios, ni tampoco habrá miedo a la desilusión. Tanto victorias como pérdidas están en la variable de la ecuación. "

Podemos ver el matrimonio desde el potencial del divorcio o desde el potencial de una relación sólida y edificante (Ir a la Estación N° 21: “No eres tú, soy yo”) ¿Cuál es la que finalmente será una realidad? No lo sabemos. Pero elegir una u otra sí marcará nuestra disposición para decidir casarnos.

¿Qué quita la fe y la esperanza? No tanto el tener expectativas, sino el confundir las expectativas con seguridades. Se trata de alegrarnos con que algo pueda ocurrir, y no entristecernos porque algo “deba ocurrir”

Cuando me alegro por el potencial de que algo bueno pueda ocurrir, no estaré exigiéndole a Dios, ni tampoco habrá miedo a la desilusión. Tanto victorias como pérdidas están en la variable de la ecuación.

Como en el colegio, las manzanas nos sirvieron para ilustrar una idea. Una idea que, por lo menos a mí, me da fuerza para iniciar este nuevo año.

Quizá al final de este año concluiremos que en algunos aspectos creímos, pero que todo terminó en desilusión. No pasa nada. La desilusión estaba en la ecuación. Y quizá en otros aspectos creímos, y la victoria fue grande. Felicitaciones. La victoria también estaba en la ecuación.

En últimas tenemos una sola seguridad: que las victorias y las pérdidas permitidas por Dios nos acercarán más a Él. Esta es la prioridad y lo restante es añadidura.  

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