AGRÍCOLA-MENTE CRISTIANOS
Hace poco estaba hablando con alguien quien, siendo muy joven, soltera y nunca habiendo estado casada, me compartió, en una nota de voz por whatsapp, lo que en su criterio se necesitaba para tener un buen matrimonio.
En su audio habló sobre los principios bíblicos que en su entender se necesitaban desarrollar para que un matrimonio funcionara: amor sacrificial; la renuncia a expectativas de recibir; el enfocarse en dar; y la importancia del “morir a uno mismo”.
Lo que dijo me pareció muy interesante y por eso reenvié esa nota de voz a una amiga quien, sin conocer a la primera, sí está casada, tiene un hijo y se esfuerza en llevar un buen matrimonio.
Días después mi amiga casada me contó que al tener un problema de convivencia con su esposo, y sintiendo el irrefrenable deseo de clavarle un palazo en la cabeza, recordó la nota de voz que le reenvié y decidió aplicar las palabras que escuchó.
Me contó que al seguir el consejo no sólo evitó una discusión con su esposo, sino que además este, sorprendido del cambio de su esposa, actuó de la manera en que ella esperaba. Recibió porque se enfocó en dar, tal y como decía la soltera.
¿Si quien dio el consejo matrimonial es soltera, porqué la eficacia demostrada del consejo? La respuesta está en que sus palabras eran la reafirmación de lo mencionado por Dios en su palabra, y no la opinión de alguien conforme a su propio entendimiento.
"El cristianismo se entiende mejor cuando se aparta de las categorías de la ética: bueno y malo, y se aborda su comprensión desde dos categorías que le son más propias: la verdad y la mentira"
En alguna estación anterior veíamos que nuestros errores del pasado y la acusación que con base en ellos podamos escuchar, no pueden ser la razón para abstenernos de compartir la palabra de Dios (Ir a Estación N° 18: “Escorias”). Ahora veremos si el no tener experiencia en un aspecto preciso, nos debe limitar a compartir a otros lo que la Biblia señala al respecto.
Creería que se puede hablar de la palabra de Dios sin experiencia, en tanto la verdad siempre será verdad independientemente de nuestra validación. Nuestra experiencia no es el criterio que vuelve verdad a la verdad. Si así pensáramos, seríamos como aquellos quienes no buscan creer la verdad, sino crear la verdad. Quienes aseguran que algo es verdad en la medida que ellos lo crean.
El cristianismo se entiende mejor cuando se aparta de las categorías de la ética: bueno y malo (Ir a la Estación N° 17: “Sancocho Moral”), y se aborda su comprensión desde dos categorías que le son más propias: la verdad y la mentira.
La guerra espiritual no es una lucha de poderes, sino una guerra de la verdad contra la mentira. Porque si no es así ¿cómo entender que Satanás pretenda enfrentarse a un Dios todopoderoso? Satanás se sabe derrotado, y por eso la única arma contra los hijos de Dios es el engaño que hace al humano entregar una victoria ya asegurada.
Si el arma con que vamos a ser atacados es la mentira, el arma para repeler el ataque no puede ser otra que la verdad contenida en la Biblia. Y por eso es importante conocer la verdad porque al hacerlo “seremos libres” (Juan 8:32 RVC).
"La guerra espiritual no es una lucha de poderes, sino una guerra de la verdad contra la mentira. Porque si no es así ¿cómo entender que Satanás pretenda enfrentarse a un Dios todopoderoso? Satanás se sabe derrotado, y por eso la única arma contra los hijos de Dios es el engaño que hace al humano entregar una victoria ya asegurada."
En mi andar espiritual, en algún momento me molestaban las personas que llamaba “versiculeras”. Identifiqué tres clases: la primera, quien comparte un versículo bíblico con alguien, más no le interesa construir una relación con ese alguien, de ahí que se escuda en la lejanía de una palabra estandarizada.
Este tipo de personas me recordaban un capítulo de Los Simpsons donde el Reverendo Alegría, hastiado de la consejería espiritual, cuando alguien le consulta sobre un asunto, sólo responde con indiferencia “-Bueno, debe leer la Biblia”, a lo que el necesitado de orientación le pregunta con frustración “¿Algún pasaje en particular?”, y le responde el reverendo “Ah, toda es buena”.
La segunda clase de persona “versículera” que identifiqué es quien esconde su opinión detrás de un versículo intentando que se mezclen y no puedan diferenciarse, de tal manera que quien se atreva a cuestionar su opinión –algo válido-, termine cuestionando el versículo –algo inválido-. Al construir su argumentación, falsamente presenta al versículo como si fuera la única premisa ¿Qué es una secta? Aquí una posible explicación.
Y la tercera, quien menciona el versículo sin preocuparse por conocer el contexto en el cual fue pronunciado. Aquellos que, por ejemplo, a punta de seleccionar lo lindo y motivante del cristianismo, lo igualan a doctrinas de superación personal como tantas que gravitan alrededor de la necesidad humana.
Aquellos que “mantralizan” el versículo cuando Dios afirma “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:10 NTV), pero omiten que fue una palabra para una época de destierro y esclavitud que duraría 70 años.
"La Biblia abunda en ilustraciones agrarias. Para quienes vivimos en ciudades y buscamos entender la Biblia correctamente, creo que sería más útil un curso de fundamentos agrícolas que uno de fundamentos teológicos. "
Con la intención de no parecerme a este tipo de personas, terminé evitando compartir los versículos que conocía y que sabía en mi interior que Dios ya había hablado sobre ese aspecto en su palabra. Sin embargo, un día comprendí que si no compartía Biblia, inevitablemente terminaba compartiendo mi opinión, y esto era sumamente perjudicial.
Por no querer ser un “versículero”, terminé hablando palabras de hombre, y con esto moviéndome en el terreno que le es propio a estas últimas: la esterilidad.
La Biblia abunda en ilustraciones agrarias. Para quienes vivimos en ciudades y buscamos entender la Biblia correctamente, creo que sería más útil un curso de fundamentos agrícolas que uno de fundamentos teológicos. Una de estas ilustraciones -que por su claridad merece su transcripción- es usada por Dios para referirse a su palabra:
“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos”. (Isaías 55:11 NVI).
Cómo no compartir lo que dice este libro, cuando nos aseguran lo siguiente: “Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien.” (Josué 1:8 RVC)
Pero además, cómo no compartir lo que dice este libro si vuelve la vida emocionante. “La palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos”. (Hebreos 4:12 NTV).
Y finalmente, cómo no compartir lo que dice la Biblia si es la única palabra que una vez pronunciada va a producir un fruto. Quizá sea apenas una semilla en los oídos de quien lo escuche. Pero esa semilla algún día germinará y traerá bien a esa persona.
Compartamos lo que Dios dice del matrimonio, así estemos solteros; lo que Dios dice de la enfermedad, así nunca hayamos pisado un hospital; lo que Dios dice del gozo, así estemos deprimidos. Seamos agrícolamente cristianos. Plantemos y reguemos porque, en últimas, “lo importante es que Dios hace crecer la semilla” (1 Corintios 3:7 NTV).