LA MIRADA DE LA SERPIENTE

Como aquella mujer de la canción “Pedro Navaja” quien cayendo al suelo apuñalada “de muerte herida”, encontraba consuelo en que al menos no le habían disparado como a su adversario “y a él le decía:“Yo que pensaba hoy no es mi día estoy salá, pero Pedro Navaja tú estás peor, no estás en ná”; asimismo los cristianos encontramos un alivio estéril en que así no hagamos lo que Dios nos llama a hacer, aunque sea, a diferencia de Adán y Eva, nosotros sí respetamos la restricción impuesta por Dios. 

Al decirle Dios a Adán: «Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2:16. NTV), hace un llamado al ejercicio de la libertad que el mismo Dios decidió concederle al hombre.

El ejercicio de esta libertad no se concedió en términos absolutos, sino que encontraba un límite en la restricción expresamente señalada por Dios, quien presentó al hombre una inmensa mayoría para elegir y una diminuta minoría para prohibir. El mandamiento edénico era simple: una regla general de libertad y una excepción de restricción. Pero entonces apareció la serpiente e invirtió las cosas.   

El diálogo entre la serpiente y Eva empieza con la siguiente pregunta: “-¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?” (Génesis 3:1 NTV). El  tentador desde el inicio quiso invertir la norma, haciendo ver a la excepción como la regla general y a la regla general como la excepción. 

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"Y en esto consiste la “mirada de la serpiente”: hacer creer que la vida en Cristo no trae libertad, sino que, por el contrario, es la aniquilación de esta a través de un conjunto de restricciones impuestas"

 

Y en esto consiste la “mirada de la serpiente”: hacer creer que la vida en Cristo no trae libertad, sino que, por el contrario, es la aniquilación de esta a través de un conjunto de restricciones impuestas.

Eva en algún momento del relato tenía puesta su mirada en el enorme abanico de árboles que se encontraban en el Edén, pero posteriormente, luego de la charla con la serpiente, sus ojos estaban fijos, pétreos e inmóviles contemplando el árbol que le fuera vedado.

Por supuesto que Satanás le dijo más cosas a Eva para convencerla, pero es innegable que lo que aquí llamamos “la mirada de la serpiente” fue una y la primera de sus armas de convencimiento. De la existencia de esta arma Dios quiso dejar registro en su palabra para advertirnos de sus peligros y engaños.

A manera de ejercicio, introduzcámonos en la piel de la serpiente para pensar como esta lo haría para responder a estos interrogantes: ¿Sabía que presentar como de restricción la vida ofrecida por Dios, iba a estimular el espíritu de libertad que el mismo Dios le había dado al ser humano y con esto causar la desobediencia? ¿Quería la serpiente que el hombre desviara su mirada de la “elección buena” y la enfocara en una supuesta “ausencia de elección? (Ir a estación Nº2 : “Del Edén a la plaza de Bolívar: la bendición de elegir”)

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"¿Quería la serpiente que el hombre desviara su mirada de la “elección buena” y la enfocara en una supuesta “ausencia de elección?"

Y hagamos el mismo ejercicio con Eva: ¿Estaría dispuesta a llevar una vida de restricción cuando se sabía con libertad y deseaba ejercerla? ¿Es peor vivir una vida con las consecuencias de mi decisión o una vida sin elección? ¿Y nosotros qué hubiésemos hecho?

No sabemos cómo responderían la serpiente o Eva a estos interrogantes pero, lo que sí sabemos, es que Satanás sigue utilizando la misma estrategia de la “mirada de la serpiente”. Presenta la vida ofrecida por Dios a partir de las restricciones, impidiendo, al igual que hizo con Eva hace millones de años, que las personas acepten el ofrecimiento que nos hace Jesús para seguirlo.

La frecuencia con que debemos explicar a las personas que, quienes creemos en Cristo, no tomamos licor, no porque no podamos sino porque, pudiendo, elegimos no hacerlo, evidencia la efectividad de “la mirada de la serpiente” para alejar a las personas de Dios.

Pero no nos llamemos a engaños. Satanás no sólo ha logrado que quienes no creen en Jesús vean a los cristianos desde la perspectiva que da “la mirada de la serpiente”. Lo más grave y perjudicial es que ha logrado implantar esta mirada en los cristianos, para que nos veamos a nosotros mismos a través de esta visión distorsionada.

Definir al cristiano como “quien no puede hacer ciertas cosas” es una práctica  más común en los propios creyentes que en Satanás. Y es una definición que por equivocada no deja de ser cómoda. Cambiar esa definición por aquella que nos lleve a pensar que “cristiano es aquel quien sí puede hacer ciertas cosas”, conduce a la necesaria pregunta de saber cuáles cosas, y la respuesta a este interrogante nos muestra que como seguidores de Jesús vivimos por debajo de nuestras potencialidades

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"Tomamos el escape ofrecido por “la mirada de la serpiente” para encontrar un soso alivio en que si bien no hacemos lo que Dios sí nos llama a hacer, al menos tampoco hacemos lo que Dios no nos llama a hacer. Algo es algo, peor es nada"


Estando frente a este escenario que nos confronta, tomamos el escape ofrecido por “la mirada de la serpiente” para encontrar un soso alivio en que, a diferencia de Eva, nosotros sí respetamos la restricción impuesta por Dios. En otras palabras, si bien no hacemos lo que Dios sí nos llama a hacer, al menos tampoco hacemos lo que Dios no nos llama a hacer. Algo es algo, peor es nada.

Como creyentes “la mirada de la serpiente” nos permite vivir cómodamente y conformarnos con “no vivir como Jesús no nos llama a vivir”, porque llevar una vida como Jesús sí nos llama a vivirla implica riesgos, retos, fuerza y valentía, de los cuales nos encontramos relevados en la perspectiva de restricción que nos presenta Satanás.  

“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, dice la canción con que iniciamos este escrito. Pero para evitar lo incierto que puede ser el “actuar”, nos refugiamos en la seguridad del “omitir”. Si creo que soy cristiano porque no tomo licor, no voy a discotecas, no llevo una vida sexual con quien no es mi esposa, no digo groserías, y cuantos “nos” le queramos añadir, debemos reconocer que llevamos la vida con la “mirada de la serpiente”.

Y es que como ya dijimos, Satanás busca que los cristianos nos enfoquemos en la restricción para hacernos creer que lo que Dios llama excepción, en realidad es la regla general. De esa manera, vivimos una obediencia cómoda basada en no hacer lo que Dios no quiere que hagamos, sin importar la desobediencia que implica el tampoco hacer lo que Dios sí quiere que hagamos.   

Me encantan los “sí” de Dios y los veo tan abundantes en la vida del cristiano como los árboles de los cuales podía Adán comer libremente. Al entender que, en el Edén, la posibilidad de elegir millones de frutos se derrumbó por elegir aquél que estaba prohibido, podemos comprender el puente y la íntima relación que existe entre los “no” de Dios y sus abundantes “sí”.

Tengamos claro los “no” y respetémoslos, pero rompamos con la “mirada de la serpiente” que nos hace definir nuestra vida cristiana como la sumatoria de restricciones. En cambio, ejercitemos nuestra libertad en procura de obtener esos “sí” que Dios tiene para nosotros. Con esta nueva perspectiva que, por ajustarse a lo que Dios dispuso en un comienzo, podríamos llamar “realmente Edénica”, despojaremos a la restricción del disfraz de ser un fin en sí mismo, y la veremos como el medio que nos permitirá vivir la libertad a la cual realmente Dios nos llamó.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Doris Jimenez

    Cristiano es aquel que puede elegir y cambiar la mirada de la serpiente.
    Dios nos da la libertad de elegir entre el bien y el mal.
    No debemos temerle a la mirada de la serpiente por que cada ser humano es capaz de tener su propia mirada.

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