LO MISMO PERO MÁS BARATO

Al parecer, de alguna manera es comparable que los habitantes de una ciudad se transporten en un metro a que lo hagan en bus.

Incluso, al decir del exalcalde de Bogotá que hizo la equiparación y quien pareciera afín a una política de movilidad fundada en el principio de “el hecho es llegar”,  el  bus hace lo mismo que el metro, sólo que es más barato.

En el campo espiritual, de manera similar, Satanás se esfuerza en hacernos creer que puede ofrecer las mismas bendiciones que ofrece Dios, pero a un precio más asequible.

Si la verdad de Dios fuera un producto para comercializar, Satanás lo vendería en un local del “San Andresito”.

Allí atendería a tres tipos de clientes: el primero, es quien quiere algo barato pero que sea original; el segundo, quien quiere algo barato pero que parezca original; y el tercero, quien quiere algo barato, pero consciente de que por el precio ofrecido obtendrá algo necesariamente falso, ni siquiera se preocupa porque sea o parezca original.

El primer cliente es un poco cándido y perezoso. Aunque, bien mirado, todo ingenuo, en últimas, es un perezoso. Piensa, como lo hacía Homero Simpson acostado en su sofá: “todos son estúpidos  menos yo”. Es quien ni siquiera se esfuerza por conocer el producto que piensa adquirir, y su desidia lo deja a merced de algún vendedor malintencionado. Su ingenuidad le hace creer que lo que a otro le costó esfuerzo, a él le saldrá a una décima parte del precio. Es el tipo de persona cuya inocencia debiera inspirar ternura, si no fuera porque la inocencia es linda hasta los 5 años, y este probablemente ya tenga 30.

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"Y cuántos “ateos” no son más que personas enojadas o resentidas con Dios. Cuántas personas no se esfuerzan en construir epítetos del creyente sólo para basar su valía y unicidad en que no cumplen esas etiquetas. "

Al cliente número dos no le interesa lo original, le interesa la apariencia de originalidad. Encuentra consuelo en todos los matices de réplica de la verdad. Ahonda en frases como “creo en Dios pero a mi manera” o “estoy de acuerdo con Jesús pero no con la iglesia” o “soy cristiano pero no tengo el llamado al servicio”. Dentro del local, su foto está en el mural de los “Clientes del Mes”.

Por su parte, el cliente número tres es mi favorito, porque si peca, al menos lo hace con transparencia. Tiene hambre espiritual que hasta el momento no ha podido saciar. Bien encauzada su necesidad podrá conocer a Jesús, quien para su hambre, no sólo le ofrecerá pan sino también pasteles. (Ir a estación Nº 4: “Que coman pasteles y dejen de pecar”).

Este último cliente me recuerda a un compañero de la universidad quien siempre iba a clases portando con garbo unos zapatos marca “Adiolas”. Con el dinero que gastaba tomando aguardiente en un fin de semana, fácilmente hubiera podido comprar unos originales de la marca alemana. Pero no, él prefería utilizar los “Adiolas” y lucirlos con orgullo.

Para rebelarse contra algo primero hay que reconocerlo. Con sus zapatos “Adiolas” este hombre reconocía la marca para luego esforzarse en demostrar que la usaba falsificada. Y cuántos “ateos” no son más que personas enojadas o resentidas con Dios. Cuántas personas no se esfuerzan en construir epítetos del creyente sólo para basar su valía y unicidad en que no cumplen esas etiquetas. Y finalmente, cuántos creen a ciegas en una “sabiduría” que no es más que la repetición de principios bíblicos, bajo la condición de que sea dicha por algún gurú que ni por error mencione la Biblia.    

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"Y digo subsidiado y no financiado. Subsidiado es entender que la posibilidad de acceder a las bendiciones tiene un precio, pero ese precio fue asumido en su totalidad por otro. Financiado es creer que nos obsequiaron el primer pago, pero que las módicas cuotas serán canceladas por nosotros. O financiado es asumir que Dios se inventó el “estrene en diciembre y pague en enero”, y nos permite disfrutar algo hoy, pero que nos hará quedar obligados con él por el resto de la vida. "

¿Pero qué hace a estos tres clientes ir a buscar el producto de la “verdad de Dios” en un local escondido de “San Andresito”? ¿Por qué ese esfuerzo por intentar conseguir lo mismo pero más barato? La respuesta puede estar en dos errores: el primero, no separar el precio de algo, de la persona quien debe pagarlo; y el segundo, creer que el producto a buscar es la “bendición de Dios” y no “la verdad de Dios”. 

En el primer caso, la persona se espanta con el precio del producto, sin entrar a preguntar quién debe pagarlo. Asumiendo que ella es quien debe hacerlo, se dirige presurosa al almacén de Satanás. Ignora que el precio es alto, pero que, en últimas, es subsidiado.

Y digo subsidiado y no financiado.

Subsidiado es entender que la posibilidad de acceder a las bendiciones tiene un precio, pero ese precio fue asumido en su totalidad por otro.

Financiado es creer que nos obsequiaron el primer pago, pero que las módicas cuotas serán canceladas por nosotros. O financiado es asumir que Dios se inventó el “estrene en diciembre y pague en enero”, y nos permite disfrutar algo hoy, pero que nos hará quedar obligados con él por el resto de la vida. 

Como cristianos, no perdamos de vista que cuando hablamos de las bendiciones de Dios, quien nos escucha lo hace como quien mira la carta de un restaurante sabiendo que no lleva mucho dinero en sus bolsillos. Esta persona tomará la decisión de lo que va a ordenar, basado en lo escrito en el lado derecho del menú -donde está el precio-, y no por lo que está en el lado izquierdo -donde está la comida-.

Este enfoque errado en la “capacidad de pago”, hace ver el catálogo de las bendiciones de Dios pensando para cuál de ellas nos alcanza. Bajo esta perspectiva, Satanás en el San Andresito no es más que un comerciante salvador que acorta la brecha entre quienes tienen capacidad de pago y quienes no la tienen, permitiendo a estos últimos obtener cosas parecidas pero a un precio más asequible.

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"Satanás se esfuerza en que sus clientes nunca se enteren del subsidio, porque si lo hacen se le acaba el negocio. Pero también, de manera especial, se esfuerza en mantener a la persona en el segundo error: hacerle creer que el producto a buscar es la “bendición de Dios” y no “la verdad de Dios”. "

Satanás se esfuerza en que sus clientes nunca se enteren del subsidio, porque si lo hacen se le acaba el negocio. Pero también, de manera especial, se esfuerza en mantener a la persona en el segundo error: hacerle creer que el producto a buscar es la “bendición de Dios” y no “la verdad de Dios”.  

Tan equivocado está quien cree que el negocio de McDonalds son las hamburguesas y no los bienes raíces, como quien cree que la vida cristiana se trata de bendiciones y no de verdades. Mientras esta confusión persista, quien desee seguir a Ray Kroc como modelo de hacer fortuna, se esforzará en vender la mayor cantidad de hamburguesas; y quien desee las bendiciones de Dios, se esforzara en conseguirlas por fuera del sistema que permite su obtención.

De esta confusión hablaremos en la próxima estación (Ir a Estación Nº 6: «Matando a Berta»). Y no crea amigo lector que me vi obligado a ello, porque siendo el escenario de este escrito el San Andresito, sería más apropiado terminar hablando de lechona –cuya venta abunda en sus alrededores-  y no de hamburguesas. Es más bien mi deseo de presentar, con algo más de espacio, el desarrollo de una idea que nos permita salir de la confusión que impregna, por igual, a creyentes y no creyentes.

Siendo entonces conocedores que nuestra primera labor es destruir las mentiras presentadas por Satanás, los cristianos, subsidiados como somos, podemos entrar feroces a ganarnos a esos clientes que pagan un precio por algo falsificado, cuando lo verdadero se ofrece de manera gratuita.

Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. Diana Bernal Rey

    Es posible que me vuelva cliente de San Andresito sin ser consiente de ello?

    1. David de La Senda Criolla

      Hola Diana. Interesante tu pregunta. Creo que todos en nuestro corazón dejamos el San Andresito como opción para conseguir algo en particular. Y por eso se me ocurre que somos conscientes de que somos clientes, más no somos conscientes de las razones para hacerlo: creernos la mentira de la «capacidad de pago». ¿y tú qué dirías? Saludos

  2. Diana Bernal Rey

    Gracias por tu respuesta 🙂 ahora que lo dices sí, creo que a veces tenemos la opción de San Andresito por costumbre, por algo en particular o simplemente por no saber que si se puede adquirir la versión original subsidiada o a un menor costo, es como cuando una persona siempre va a «Steven´s Confecciones» sin ni siquiera darse la oportunidad de saber cuánto vale una alternativa de calidad en «Gef» por ejemplo, si puede pagarla o si por cambio de colección la puede llevar a un precio mucho menor.

    Me encanta tu página

    Saludos 🙂

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