¡OBJECIÓN SEÑOR JUEZ!

Al interrogar a un testigo durante un juicio, hay un tipo de pregunta que al abogado le está prohibido formular: las preguntas sugestivas. Son aquellas que en su propia formulación llevan insinuada la respuesta, sugiriéndola al declarante.

 

Un ejemplo. El abogado no puede preguntarle al testigo “¿Traía el acusado una pistola en la mano cuando entró a la tienda”? Si lo hiciera, esta pregunta sería objetada por sugerir la respuesta. Más bien tendría que preguntar “¿Traía algo el acusado cuando entró a la tienda?”, y seguidamente preguntar “¿Qué traía?”.  

 

De manera similar, creo que la principal arma de Satanás contra quien busca creer en Dios es plantearle “preguntas sugestivas”.

 

En El Edén, Dios le dijo a Adán: «Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2:16. NTV). Pero en las líneas siguientes, se registra que el diálogo entre la serpiente y Eva empieza con la siguiente pregunta: “¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?” (Génesis 3:1 NTV).

 

El mandamiento edénico era simple: una regla general de libertad y una excepción de restricción. Pero entonces apareció la serpiente e hizo creer que era todo lo contrario ¿Cómo lo hizo? Formulando una pregunta sugestiva, cuya respuesta llevaba a concluir que la vida con Dios no trae libertad, sino que, por el contrario, es la aniquilación de esta a través de un conjunto de restricciones impuestas. (Ir a Estación # 1: “La mirada de la serpiente”)

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"Los efectos inmediatos de la pregunta sugestiva fueron increíbles: Eva en algún momento tenía puesta su mirada en el enorme abanico de árboles que se encontraban en el Edén, pero posteriormente, luego de escuchar la pregunta formulada por la serpiente, sus ojos estaban fijos, pétreos e inmóviles contemplando el árbol que le fuera vedado. "

Los efectos inmediatos de la pregunta sugestiva fueron increíbles: Eva en algún momento tenía puesta su mirada en el enorme abanico de árboles que se encontraban en el Edén, pero posteriormente, luego de escuchar la pregunta formulada por la serpiente, sus ojos estaban fijos, pétreos e inmóviles contemplando el árbol que le fuera vedado.

 

A manera de ejercicio, introduzcámonos en la piel de la serpiente para pensar, como esta lo haría, y responder a estos interrogantes: ¿Sabía que presentar como de restricción la vida ofrecida por Dios, iba a estimular el espíritu de libertad que el mismo Dios le había dado al ser humano y con esto causar la desobediencia? ¿Quería la serpiente que el hombre desviara su mirada de la “elección buena” y la enfocara en una supuesta “ausencia de elección”?

 

Y hagamos el mismo ejercicio con Eva: ¿Estaría dispuesta a llevar una vida de restricción cuando se sabía con libertad y deseaba ejercerla? ¿Es peor vivir una vida con las consecuencias de mi decisión o una vida sin elección? ¿Y nosotros qué hubiésemos hecho?

 

Otro ejemplo de pregunta sugestiva formulada por Satanás se dio cuando los enviados del Rey de Asiria pretendían conquistar Jerusalén, y para hacerlo sabían que esta ciudad, a pesar de su inferioridad militar, no iba a rendirse dada la Fe del rey Ezequías y de sus habitantes, de ahí que el primer objetivo a destruir fue la creencia en Dios.

 

Para debilitar la Fe de los habitantes les decían: “No escuchen a Ezequías cuando trate de engañarlos al decir: ‘¡El Señor nos librará!’¿Acaso los dioses de cualquier otra nación alguna vez han salvado a su pueblo del rey de Asiria? (…) ¿Cuál de los dioses de alguna nación ha podido salvar alguna vez a su pueblo de mi poder? ¿Qué les hace pensar entonces que el Señor puede librar a Jerusalén de mis manos?” (2 reyes 18:32 NTV)

 

De igual manera, para debilitar la Fe del Rey Ezequías le plantearon la siguiente pregunta: “No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú sabes perfectamente bien lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido. ¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? (2 Reyes 19:10 NTV)

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"Si una pregunta mal formulada es la causa de la derrota, una pregunta bien formulada es la causa de la victoria. Una pregunta bien formulada es la mitad de la solución. De ahí que la guerra espiritual no se puede basar sólo en cambiar las respuestas, sino principalmente en reformular las preguntas. "

Usted puede no estar seguro de haber escuchado la voz de Dios. Pero de lo que sí puede estar absolutamente seguro es de haber escuchado la voz del Diablo. No fue por generación espontánea cuando iniciamos a pensar que donde otros han fracasado, también nosotros lo vamos a hacer; que donde otros han sido robados, también lo seremos nosotros; que todos los matrimonios, incluidos los de nuestros padres y abuelos, amigos y conocidos, terminaron en divorcio, y con el nuestro sucederá igual; que no se puede tener expectativas y aún menos creerle a Dios puesto que ¿Por qué seríamos nosotros la excepción?

 

Del Diablo se puede decir lo que sea, pero no se puede negar que es un verraco para plantear preguntas que nos hacen tambalear la Fe. Neil Anderson dice que la estrategia del diablo es poner pensamientos en nosotros y hacernos creer que no son de él sino nuestros. Creería que para poder hacer esto, hace preguntas sugestivas para que las respondemos, es decir, los pensamientos son nuestros, pero son respuestas a una pregunta sugestiva.

 

Si una pregunta mal formulada es la causa de la derrota, una pregunta bien formulada es la causa de la victoria. Una pregunta bien formulada es la mitad de la solución. De ahí que la guerra espiritual no se puede basar sólo en cambiar las respuestas, sino principalmente en reformular las preguntas.

 

Lo anterior porque si la fuente es una pregunta engañosa, cargada de mentiras, el fruto no puede ser verdad, puesto que “un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos” (Mateo 7:18 NTV)

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"Ante las preguntas sugestivas de Satanás es mejor responder como lo haría un abogado en juicio y decir simplemente “!Objeción señor Juez!”. No esforzarnos en responderla adecuadamente, ni intentar encauzarla, ni pretender dar una respuesta correcta, nada de eso. Si hiciéramos esto último nos sucedería como Eva quien ante una pregunta sugestiva se puso a argumentar con Satanás, y por supuesto perdió porque en eso el Diablo es un experto "

Miremos por un segundo la pregunta satánica que nos dice “¿Por qué serías tú la excepción?”. Responder por qué seríamos nosotros la excepción es ubicarnos en un terreno donde hemos sido llevados aún sin saberlo: el mérito. Satanás sabe que la pregunta nos obliga a mirarnos a nosotros mismos, nuestros actos, nuestra bondad y nuestra maldad, nuestros logros, nuestras victorias y derrotas, y con base en estos criterios, necesariamente tenemos que concluir que no hay razones para pensar que podríamos ser la excepción.

 

Satanás sabe que el lenguaje de Dios es la gracia. A medida que nos acercamos al mérito nos alejamos de la gracia, y viceversa. Entonces ante una pregunta formulada en “mérito” no puedo pretender responder con gracia dado que es un terreno que le es ajeno.

 

Creería más bien que ante las preguntas sugestivas de Satanás es mejor responder como lo haría un abogado en juicio y decir simplemente “!Objeción señor Juez!”. No esforzarnos en responderla adecuadamente, ni intentar encauzarla, ni pretender dar una respuesta correcta, nada de eso. Si hiciéramos esto último nos sucedería como Eva quien ante una pregunta sugestiva se puso a argumentar con Satanás, y por supuesto perdió porque en eso el Diablo es un experto.   

 

Pero objetar la pregunta diabólica es el primer paso de la batalla mental (¿o espiritual?), más no el último. En la próxima estación trataremos de ahondar un poco más sobre este tema. Por ahora dejemos aquí para tener tiempo de pensar si lo que yo creo pensar, mis argumentos y pensamientos, no son más que la respuesta implícita a una pregunta sugestiva que en algún momento escuché.

Nos vemos en la próxima estación.

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