SANCOCHO MORAL
Mis prácticas como estudiante de Derecho las hice en la Sala Penal de un Tribunal. Recuerdo que me llamaba la atención, quizás por ser un novato como abogado y un ignorante de lo espiritual, el trato tan respetuoso que se le daba al procesado.
En las audiencias veía, con asombro, cómo el Fiscal, los abogados y los Magistrados, anteponían la palabra “señor” al nombre del investigado.
En ese momento me sorprendía que se diera tanto respeto a personas que, en su mayoría, se sabía que eran violadores de niños, narcotraficantes, asesinos, guerrilleros o paramilitares.
Al interior del Despacho el respeto era similar. Recuerdo que identificábamos el proceso por el nombre del procesado y no por el delito, es decir, trabajábamos en el caso de “Juan Pérez”, y no en el de “Juan Pérez el asesino”.
Parece un detalle menor, pero años después, cuando llegué al cristianismo, al recordar esa situación, siempre me he imaginado que en el cielo se refieren a mí por mi nombre y nunca por mi pecado. Eso me ha dado tranquilidad.
Alguna vez pregunté al Magistrado con quien trabajaba si el trato diario con crímenes le hacía perder algo de sensibilidad. Me contestó que no porque, afirmó, “el derecho penal estudia la conducta de los criminales, no la conducta de los ángeles”.
Esta respuesta, que puede parecer una obviedad, me permitió ubicarme en el contexto en que me hallaba.
Dejé atrás el juicio que había en mi mente y que me hacía sorprender del trato respetuoso que se le daba a un ciudadano. Tal vez un ciudadano criminal, pero no por eso menos ciudadano.
Entendí que trabajaba con estas personas, no aunque fueran criminales, sino precisamente porque lo eran.
"Si nos evaluamos a partir de la conducta, habrá que concluir que somos un absoluto sancocho moral. Episodios de maldad revueltos con episodios de bondad. Frentes donde sin dificultades hacemos lo bueno, y frentes donde, al igual que el apóstol Pablo, aun queriendo hacer lo bueno, hacemos lo malo (Romanos 7:19 RVC). "
Lo más parecido al derecho penal es el cristianismo.
Uno es para criminales y el otro para pecadores; en uno el delito no quita lo ciudadano, y en el otro lo pecador no quita lo hijo de Dios (Ir a Estación # 16: “Tan nieto como tan asesino”); en uno se respeta al procesado mientras se investiga el delito, en el otro se sana al infractor mientras se perdona su falla.
El cristianismo no es ética. Por eso la conducta buena es indiferente para el creyente.
¿cuál es entonces la diferencia entre un cristiano y quién no lo es? Creería que la diferencia es que el primero al pecado, lo llama pecado, y el segundo le tiene otro nombre. Siendo su conducta tan similar, la diferencia la encontramos en la identidad.
No se es menos cristiano por hacer lo malo, ni se es más cristiano por hacer lo bueno. Ni la conducta mala, ni la conducta buena, dan identidad.
Esto es esencial entenderlo. Por eso Andy Stanley aseguró que el reino de los cielos no es para las personas buenas, sino para las personas perdonadas.
Y por eso el cristianismo y la ética son tan diferentes. Uno habla de relación y de identidad, mientras que la otra se fija en el comportamiento.
Si nos evaluamos a partir de la conducta, habrá que concluir que somos un absoluto sancocho moral. Episodios de maldad revueltos con episodios de bondad.
Frentes donde sin dificultades hacemos lo bueno, y frentes donde, al igual que el apóstol Pablo, aun queriendo hacer lo bueno, hacemos lo malo (Romanos 7:19 RVC).
Situaciones donde elegimos intencionalmente hacer lo bueno, junto con otras donde hacemos lo malo porque, o bien elegimos intencionalmente hacerlo –por acción-, o bien porque sabiendo hacer lo bueno, omitimos hacerlo –por omisión- (Santiago 4:17 RVC).
En este revoltijo, ¿dónde encontrar la identidad de lo que somos? ¿Qué nos define como personas? ¿La conducta buena o la conducta mala? ¿Y qué define a otros?
"Nuestra conducta no define nuestra identidad. Esto no significa que para Dios sea igual hacer lo bueno que hacer lo malo. Nada de eso. Significa más bien que Dios no se fija en el síntoma sino en la enfermedad. Tanto con la bondad como con la maldad, pareciera que a Dios le interesa es la fuente."
Resulta fácil juzgarnos a nosotros mismos, y a otros, a partir del episodio esporádico de bondad o de maldad. Y lo fácil no le quita lo injusto. No somos ni lo bueno, ni lo malo, sino ambos.
Entenderá usted, apreciado lector, que estamos recorriendo La Senda Criolla y por eso tomamos el concepto de “sancocho moral”.
Si separamos las partes del sancocho, esas partes no son el sancocho. Serán el plátano, la papa, el ñame, pero el sancocho no. Para que lo sean, los ingredientes deben estar juntos y mezclados.
Los seres humanos somos un “sancocho moral”, de ahí que la identidad no puede fijarse a partir de los actos individualmente considerados . Si lo hicieramos nuestro juicio será necesariamente falso.
Estanislao Zuleta, en su breve y enriquecedor escrito “Elogio de la Dificultad”, señalaba que en nuestras relaciones con otros practicábamos una “no reciprocidad lógica”, conforme a la cual explicamos de manera diferente los problemas, los errores y los fracasos propios que los ajenos.
Sostuvo que en el caso de los ajenos aplicamos el “esencialismo”: lo que ha hecho y lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo.
En cambio, en los propios, aplicamos el “circunstancialismo”: los mismos errores se explican por alguna situación adversa. “Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado…Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.”
Creería que para definir nuestro cristianismo nada aporta nuestra decencia, nuestra generosidad, nuestra fidelidad, nuestra pureza.
Y lo contrario también es cierto.
Para el cristianismo nada resta nuestra indecencia, nuestra mezquindad, nuestra infidelidad, nuestro egoísmo y nuestra depravación.
La razón es sencilla: nuestra conducta no define nuestra identidad.
Esto no significa que para Dios sea igual hacer lo bueno que hacer lo malo. Nada de eso. Significa más bien que Dios no se fija en el síntoma sino en la enfermedad.
Tanto con la bondad como con la maldad, pareciera que a Dios le interesa es la fuente.
"Se puede ser bueno por vanidad, por orgullo espiritual, o ser bueno porque nos da la gana serlo. Y se puede ser malo por tener un engaño en su identidad, por el dolor, por el rencor, por el sufrimiento. Dios mira ambos y a ambos los ama. ¡Qué importa la buena y la mala conducta! Hay algo más grande. No nos quedemos en arandelas que el cristianismo es mucho más. "
La obediencia es un acto de amor (Juan 14:21 NTV). Y obedecer a Dios lleva a hacer lo bueno. La bondad que le agrada a Dios es únicamente aquélla que es explicable a partir del amor que se le tiene a Él.
Pensemos en la escena presenciada por Jesús donde una mujer pobre y viuda dio dos monedas en el templo, frente a un hombre rico que dio gran cantidad de dinero.
Al ver esto, Jesús dijo que “esta viuda pobre ha dado más que todos los demás. Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía” (Lucas 21:3).
Si usted, queriendo obedecer el mandamiento que lo obliga a honrar al padre quien lo abandonó, y por ahora, luego de perdonar sus errores, le demanda un esfuerzo enorme tan sólo saludarlo cuando se lo encuentra, no se preocupe, Dios sabe que ese saludo son las monedas que usted entrega a pesar de ser todo lo que tiene.
No lo hace malo el no tener una relación de padre e hijo en que se abrazan y se van de viaje juntos; y créame que tampoco lo haría bueno el sí tenerla.
Sólo Dios sabe lo que nos cuestan ciertas cosas y por eso únicamente él, quien conoce nuestros pensamientos y las profundidades del corazón, puede juzgar nuestra conducta.
Se puede ser bueno por vanidad, por orgullo espiritual, o ser bueno porque nos da la gana serlo.
Se puede ser malo por tener un engaño en nuestra identidad, por el dolor, por le rencor o por el sufrimiento que hemos padecido. Dios mira a buenos y a malos y a ambos los ama.
¡Qué importa la buena o la mala conducta! Hay algo más grande. No nos quedemos en arandelas que el cristianismo es mucho más.
Hay algo que va más allá y es superior a la conducta: Conocer a Dios. Amarlo. Ver un acto de amor tanto en la bondad –obedecer por amar a Dios-, como en la maldad –reconocer la necesidad de Dios.
Lo restante es o bien mojigatería o bien necedad.