TAN NIETO COMO TAN ASESINO

La posibilidad de recibir la herencia de alguien a quien yo mismo asesiné, fue el caso que resolvió un tribunal estadounidense en el año de 1889. En el mundo del derecho esta historia es ampliamente conocida como el caso de “el nieto asesino”.

Resulta que el 13 de agosto de 1880 un hombre llamado Francis firmó un testamento según el cual, una vez falleciera, dos pequeñas partes de sus bienes iban para sus dos hijas, y lo restante se entregaría a su nieto Elmer. Por diferentes razones, Francis había manifestado el deseo de cambiar el testamento para excluir a Elmer, razón por la cual, antes de que lo hiciera, Elmer lo asesinó envenenándolo.

Fallecido el abuelo, se solicitó excluir de la herencia al nieto asesino, pero los jueces se encontraron con que no existía ninguna ley que impidiera heredar al asesino de quien da la herencia. Al parecer lo asesino no le quitaba lo nieto.

Algo similar sucede en la historia contada por Jesús conocida como “la parábola del hijo pródigo”. Se trata sobre un hijo que en vida pidió el dinero de la herencia a su padre y dejó la casa paterna. Con el paso del tiempo, todo su dinero lo gastó en prostitutas y licor.

En medio de su derroche, no le quedó ni siquiera con qué comprar comida, de ahí que tuvo que trabajar cuidando cerdos. Era tal su hambre que incluso deseaba la comida que le daban a estos animales. Pero dice Jesús que en este momento, viéndose en una marranera, este hombre “recapacitó” al pensar “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me estoy muriendo de hambre!” (Lucas 15:17 RVC).

Esta idea lo llevó a decidir regresar a la casa de su padre. Al llegar, le dijo “no soy digno ya de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21 RVC). Sin embargo, el padre se alegró de su regreso, le dio un vestido lujoso para cambiar su ropa harapienta e hizo un banquete con la mejor carne para celebrar que había vuelto a casa.

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"¿Si alguien miente sigue siendo un hijo de Dios? La respuesta es sí; y, ¿Un mentiroso sigue siendo un hijo de Dios? (Juan 8:42 NVI) La respuesta es no. ¿Por qué? Porque la primera pregunta habla sobre una conducta, y la segunda sobre una identidad. Una vez perdida esta última estaremos espiritualmente muertos. "

El recibimiento hecho por el padre no es sólo un acto de perdón, sino un acto de reafirmación de la identidad. El engaño en que estaba sumido el hijo fue creer que a partir de lo que “hizo”, se podía concluir lo que “era”, esto es, creer que su identidad la definía su conducta. Era hijo de su padre. Un hijo irresponsable, ciertamente; que se gastó el dinero de la herencia con prostitutas, por supuesto; un hijo desagradecido, sin lugar a dudas; pero hijo, al fin y al cabo.

¿Y será que respecto al hijo de Dios también se puede decir lo mismo? ¿Un hijo de Dios que se acuesta con prostitutas, pero hijo de Dios al fin y al cabo? o ¿un hijo de Dios que roba, pero hijo de Dios al fin y al cabo? Creería que sí.

Si pensamos que no, tal vez es porque nosotros no nos acostamos con prostitutas o no robamos. Pero seguramente sí cometemos otra clase de pecado. Lo invito a pensar en ese pecado por un momento. Ahora cambie el “acostarse con prostitutas” o “robar” e inserte el pecado que pensó en la pregunta que formulamos. A manera de ejemplo aceptemos hipotéticamente que mentimos. La pregunta entonces la formulamos así: ¿Un hijo de Dios que miente, pero hijo de Dios al fin y al cabo? Ya no causa tanto escozor el interrogante.

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"el camino espiritual no consiste en “hacer” algo, sino en “ser” algo. En la medida que sepa quién soy, me comporto en consecuencia. Somos “cristianos empíricos”. Aquéllos que se esfuerzan en la práctica de construir una relación con Dios. Tienen claro que su objetivo no es llegar a ser los hijos de Dios que ya son, sino ser el hombre con carácter semejante a Cristo que aún no son. "

La Senda Criolla es un viaje que se hace a lomo de preguntas. Diferenciemos dos preguntas que, a pesar de ser similares, no son idénticas. La primera: ¿Si alguien miente sigue siendo un hijo de Dios? La respuesta es sí; la segunda, ¿Un mentiroso sigue siendo un hijo de Dios? (Juan 8:42 NVI) La respuesta es no. ¿Por qué? Porque la primera pregunta habla sobre una conducta, y la segunda sobre una identidad. Una vez perdida esta última, estaremos espiritualmente muertos.

En ambos interrogantes el pecado es el mismo, la diferencia es la identidad. Puedo mentir, y eso no me hace un mentiroso, porque mi identidad nunca me la puede dar el pecado, sino únicamente Dios. Es más, ni la conducta mala, ni la conducta buena, dan identidad. Esto es esencial entenderlo. Por eso Andy Stanley aseguró que el reino de los cielos no es para las personas buenas, sino para las personas perdonadas. Y por eso el cristianismo y la ética son tan diferentes. Uno habla de relación y de identidad, mientras que la otra se fija en el comportamiento.  

No se deje engañar apreciado lector. Nunca permita que su conducta defina su identidad. En cambio, permita que su identidad sí defina su conducta. No es “soy” porque “hago”; es “hago” porque “soy”.

Y es que, en últimas, el camino espiritual no consiste en “hacer” algo, sino en “ser” algo. En la medida que sepa quién soy, me comporto en consecuencia. Somos “cristianos empíricos”. Aquéllos que se esfuerzan en la práctica de construir una relación con Dios. Tienen claro que su objetivo no es llegar a ser los hijos de Dios que ya son, sino ser el hombre con carácter semejante a Cristo que aún no son.  

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"Existen diferencias entre la acusación de la consciencia y la acusación de Satanás. La una hace un juicio sobre la conducta; la otra hace un juicio sobre la persona. La una lleva al arrepentimiento; la otra lleva al remordimiento. El enfoque de Dios es un cambio permanente de mentalidad que produce un cambio permanente de conducta; el enfoque del diablo es un cambio temporal de conducta, pero una afectación permanente de la identidad. "

Usted puede no estar seguro de haber escuchado la voz de Dios. Pero de lo que sí puede estar absolutamente seguro es de haber escuchado la voz del Diablo. Satanás es un acusador. Nos acusa frente a Dios, pero también frente a nosotros mismos, y de ahí la importancia de diferenciar, cuando fallamos, de dónde viene el reproche que escuchamos en nuestra mente.

Una de las funciones del espíritu es la consciencia, es decir, revelarnos lo que es malo y lo que es bueno. Por eso dice Pablo que “dichoso aquel a quien su consciencia no lo acusa por lo que hace” (Romanos 14:22 RVC).

Existen diferencias entre la acusación de la consciencia y la acusación de Satanás. La una hace un juicio sobre la conducta; la otra hace un juicio sobre la persona. La una lleva al arrepentimiento; la otra lleva al remordimiento. El enfoque de Dios es un cambio permanente de mentalidad que produce un cambio permanente de conducta; el enfoque del diablo es un cambio temporal de conducta, pero una afectación permanente de la identidad. 

Es cierto que el hijo pródigo “recapacitó”. También lo es que el padre nunca fue por él a la marranera, sino que una vez su hijo regresó, lo recibió con brazos abiertos. Pero también es cierto que el cristianismo es para pecadores. La principal arma de Satanás es la mentira y por eso nos engañará sobre nuestra identidad. Pero una vez conociendo la verdad de lo que somos, actuaremos en consecuencia. Una invitación a la compasión: quien lo lastimó no es una persona mala, tan solo es alguien intentando ser coherente con lo que, engañado, cree que es.

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