PAZ SÍ, PERO NO ASÍ

Me encanta ser cristiano. Una de las bendiciones de serlo es hablar con personas que comparten mi fe y poder recibir de ellas una perspectiva antes de tomar decisiones que no tengo la seguridad de qué tan correctas sean.

Pero me causa mucha gracia que en esas conversaciones nunca falta una frase bluejean –que sirve para toda ocasión- y preguntamos “¿sientes paz?”. Y lo preguntamos como si sentir paz o no definiera lo correcto de la decisión.

En esta Estación de La Senda Criolla miraremos si la pregunta “¿sientes paz?” nos hace enfocarnos en una paz emocional y no una paz espiritual, y los peligros que puede traer.

Al hablar del “sentir paz” me siento como las personas que votaron por el No en el Plebiscito del 2016.

En esa ocasión nos preguntaron a los colombianos si apoyábamos el acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC que pretendía el desarme de ese grupo.

La pregunta del plebiscito fue la siguiente: “¿Apoya usted el “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”.

La pregunta así planteada era difícil, porque quien votara por el No se veía obligado a explicar que realmente no estaban rechazando la terminación del conflicto ni despreciando la construcción de una paz estable y duradera, sino que, al igual que los del Sí, también deseaba la paz, sólo que no como la había acordado el Gobierno con la guerrilla, y por eso su lema fue “Paz sí, pero no así”.  

Yo voté por el Sí, pero hoy, hablando de la paz de Dios, entiendo más que nunca a mis hermanos colombianos del No –en especial a mis hermanos en Cristo porque ¡qué verracos pa’uribistas! –. El problema siempre fue qué se entendía por el concepto de Paz.

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"La paz de Dios no es algo que se siente, es algo que se experimenta. La frase “sentir paz” es confundir la parte con el todo y creer que existe una única forma de experimentación de la paz de Dios: la emoción. Y eso es lo que me parece riesgoso, porque si algo nos traiciona a los seres humanos son precisamente nuestras emociones. "

Creo en la paz de Dios, pero no en “sentir” como la única forma de experimentarla ni en que dicho sentimiento deba ser un validador de nuestras decisiones, es decir, como si debiéramos sentir paz antes de tomar una decisión para saber si es algo correcto.

La pregunta “¿sientes paz?” es un concepto emocional y no espiritual, y su sola formulación enfoca nuestra atención en nuestras emociones para evaluar si efectivamente sentimos dicha tranquilidad, sosiego o descanso.

La paz de Dios no es algo que se siente, es algo que se experimenta.

La frase “sentir paz” es confundir la parte con el todo y creer que existe una única forma de experimentación de la paz de Dios: la emoción.

Y eso es lo que me parece riesgoso, porque si algo nos traiciona a los seres humanos son precisamente nuestras emociones.

Y más a los creyentes porque, reconozcámoslo francamente, confundimos en ocasiones los dictados de nuestras emociones con los dictados de Dios. Es más, diferenciar esto es uno de los puntos más difíciles de nuestro andar espiritual.

Pareciera mejor sostener que la paz se piensa, se decide, se revela, se actúa, se comprende, no únicamente se siente.

Y cuando se siente es porque su fuente es el pensamiento. Se siente paz porque se piensa paz. La fuente de una verdadera paz que proviene de Dios no es el sentimiento sino el pensamiento.

No confundamos el síntoma con la enfermedad. Sentir paz es el “síntoma” que realmente no confirma ni desecha lo correcto de una decisión, sino que pone de presente simplemente los pensamientos que sustentan ese sentir.

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"No puedo decir que una decisión es errada porque no siento paz, cuando antes no me he preguntado: ¿estoy pensando lo correcto para sentir esa paz? Si no examino la mente, de nada vale examinar el sentimiento"

La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:6 NTV) es algo de la mente, no emocional.

No puedo decir que una decisión es errada porque no siento paz, cuando antes no me he preguntado si ¿estoy pensando lo correcto para sentir esa paz?

Si no examino la mente, de nada vale examinar el sentimiento, y por ello Pablo, al hablar de la paz de Dios en este pasaje, afirma que si “pensamos lo bueno” experimentaremos paz.

Al respecto el Pastor Darío Silva señala: “es clara la ecuación de nuestra alma, según la creó Dios: primero pensamiento, segundo sentimiento, tercero comportamiento. Con la paz ocurre exactamente eso: primero la piensas; después la sientes; por último, la dices y la haces”.

Y añade: “El Señor primero te hace pensar paz, después te hace sentir paz, luego te hace obrar paz. Lo que sentimos hacemos. Si hay paz en la mente, habrá paz en el corazón; y, si hay paz en el corazón, habrá paz en la voluntad. Esa paz se refleja en la conducta, en lo que hacemos”.

Si hablamos de una paz emocional, ¿Puedo “sentir paz” en una decisión basada en orgullo, egoísmo o vanidad? Creo que sí, porque actúo coherentemente con los pensamientos de orgullo, egoísmo y vanidad que acepté en mi mente. La paz de no incomodarme, la tranquilidad de ceder a mi vieja naturaleza, el sosiego de no matar la carne.

Por el contrario ¿Puedo “no sentir paz” antes de tomar una decisión que me obliga a actuar con humildad, paciencia o abnegación? También. Porque si bien actúo a partir de pensamientos buenos, estos son contrarios a una naturaleza que nos quiere llevar a hacer el mal, de ahí que surja en nosotros un inevitable conflicto que genera intranquilidad o contrariedad.

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"Sentir paz después de haber actuado creo que es el sello de aprobación. Fuimos valientes, nos incomodamos y en esa medida la paz es un regalo de Dios para quien lo obedeció. La paz es un regalo para los valientes, o mejor, para los obedientes. "

Debemos estar alertas a no ser engañados por un “sentimiento de paz”.

En el libro “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago hay una escena en la cual una mujer para lograr hacer algo que había decidido hacer y que al final la iba a perjudicar, debía escabullirse y lograr llegar a escondidas a las puertas del ascensor de un hotel.

En este escenario señala el narrador: “la virtud, habrá aún quien lo ignore, siempre encuentra escollos en el durísimo camino de la perfección, pero el pecado y el vicio se ven tan favorecidos por la fortuna que todo fue llegar y se abrieron ante ella las puertas del ascensor”.

Si el obstáculo que esta mujer debía superar era llegar al ascensor, ¿qué sentiría al ver que sin problema se abrió ante ella la puerta del aparato? ¡Pienso que sintió paz!

Por supuesto que el sentir paz puede venir del saber que no estamos actuando en contra de nuestra consciencia. Es decir, la paz de no hacer lo que sabemos que es malo.

Lo importante es cuestionarse si puedo sentir paz tomando una decisión equivocada o si puedo estar intranquilo tomando una decisión correcta. Y creo que ambas opciones nos pueden ocurrir. (Ir a la Estación # 10: “La póliza todo riesgo de Dios”)

La vida espiritual es de morir para volver a nacer. Es de incomodarnos. Cambiar maneras de pensar. Tomar decisiones que no tomaríamos si no fuera porque tenemos la certeza que Dios va a estar con nosotros (Ir a la Estación # 8: “La espiritualización de la cobardía”).

Ahí me pregunto ¿Se puede en esa situación sentir paz? La respuesta es sí…pero después de tomar la decisión. ¿Y antes de tomarla? No estoy tan seguro.

Sentir paz después de haber actuado creo que es el sello de aprobación. Fuimos valientes, nos incomodamos y en esa medida la paz es un regalo de Dios para quien lo obedeció.

El mismo Jesús dijo “la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo” (Juan 14:27 NTV). La paz es un regalo para los valientes, o mejor, para los obedientes.

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